Ego4 diciembre, 2014Todo 01 min read El teléfono es el peor enemigo de la soledad forzosa a la que me condenaron Huí de los ceniceros llenos de las secretarías eficientes de los montones de papeles nunca cambié letras por números pero me vestí con la seda que tejen los niños no quise ser esclavo de mi mismo mi ego cuál tirano me acortaba la cuerda del sueño me encadenaba a ordenadores a volante de mi coche a la baraja de facturas a pagar a las drogas y los vinos mi ego me ató a amores bellos como de museo que besaban con los labios juntos apretados como la ranura de un cajero automático. Huí de él hasta casi caer si caí no dolió lo suficiente porque lo seguí escuchando con sus cantos de sirena entre coachers y emprendedores y allí frente a un inspector comenzó la fuga del infierno